En el juego entre Once Caldas y Deportivo Santaní, el paraguayo Jorge Aguilar sufrió un golpe en la cabeza y tuvo que ser reanimado en plena cancha. Ya está bien.
La eliminación del Once Caldas pasó a un segundo plano. El marcador parcial, 0-1 a favor de los paraguayos no importó. En el segundo tiempo, el defensor de Santaní Jorge Aguilar se dio un fuerte golpe en la cabeza con su compañero Alonso. Quedó tendido en el piso y no reaccionaba. Jugadores de los equipos local y visitante no sabían qué hacer. Todos pedían ayuda. Los médicos de ambos equipos llegaron hasta el área del equipo paraguayo para atenderlo.
Fueron unos tres minutos que se hicieron eternos. Qué la ambulancia, que corra, que apúrele. Groserías, caras largas. Mirada al cielo, algunos en rodillas. Incertidumbre. La imagen de jugadores de Once Caldas y Santaní moviendo las vayas traseras al arco para que pudiera entrar la ambulancia. Afortunadamente, en ese momento, los médicos de ambos equipos ya habían hecho la tarea. El jugador respiraba por sus propios medios y sólo fue montado en la ambulancia para que lo llevaran a un centro de salud para unos nuevos chequeos.
Luego el partido continuó y Once Caldas nunca logró igualar la serie. De hecho, por el desespero de encontrar el gol, recibió otro y terminó perdiendo 2-0. La mejor noticia para todos, eso sí, fue que Aguilar regresó rápidamente al estadio para celebrar la clasificación de su equipo con sus compañeros. Una de las primeras cosas que hizo fue ir al camerino del once Caldas para buscar a Gustavo Vinasco, el médico colombiano que le salvó la vida.
El propio futbolista explicó lo sucedido en el mismo estadio: “Recibí un golpe muy duro en el costado de la cabeza que me dejó con la luz apagada. Gracias a Dios y a la rápida actuación de los médicos ahora ya estoy recuperado. Quedó en el susto”, narró Aguilar, jugador del Deportivo Santaní, quien concluyó diciendo que “poco a poco fui recuperando. Con esta victoria es más rápida la recuperación. Dios nos regaló este triunfo y no nos vamos con las manos vacías”.
Fuente: elespectador.com